Era una simple mancha de alquitrán
sobre el asfalto gris de la Gran Vía
(la de Madrid, no, la de otra ciudad
hoy desaparecida),
pero se me antojaba
la forma de un extraño continente
aún por descubrir.
Y jugaba a pensar en los lugares
donde empezar el tiempo,
donde esconderme de la policía,
de los amigos y los enemigos,
de la familia y hasta de mí mismo.
Un paisaje distinto y aromático,
llenando la mirada y el asfalto,
desbordando cualquier expectativa.
Era una simple mancha de alquitrán,
de sangre, de sudor o de silencio.
Era una simple mancha
y nada más.
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