domingo, 24 de junio de 2012

A HANS MAGNUS LE ROBAN LA MALETA





Entre algún libro y varios folletos y revistas
y el aviso de pago de una letra
ayer llegó la carta desde Berlín Oeste
trajo malas noticias de Enzensberger
y mi mujer y yo nos quedamos pensando
en los días que estuvo en Barcelona
cuando nos dijo que le acompañáramos
pues quería comprarse una maleta.


Eso de andar rodando por tiendas y almacenes
siempre me resultó desagradable
pero dijo maleta y fue como si todo su futuro
dependiese de que él pudiera andar
en compañía siempre de una bella muchacha
que guardara con mimo sus papeles
apilando sus sweaters pantalones y blusas
por todos los hoteles y lugares del mundo.


Lo mejor es pensar quién entiende o es técnico
en cuestiones como ésta delicadas de suyo
nos dijo mi mujer y Hans y yo asentimos
y al fin se decidió que mi cuñado era
un hombre de experiencia pues ha viajado mucho
y comprende y conoce todas las cualidades
que deben adornar a una buena maleta
y sabe de ocasiones y júbilos y ofertas.


Así ocurrió que fuimos los tres donde el cuñado
y estuvimos hablando buen rato y discutiendo
el modo de actuar y recuerdo que Hans
estaba tan nervioso como quien busca piso
y al fin salimos todos y yo aparqué en Las Ramblas
y en la primera tienda los encontré dudando
anduvimos a otra y a otra y regresamos
y ya no hubo más dudas: en la primera tienda.


Estaba allí esperando con su piel de azabache
y Hans la alzó despacio acarició sus cierres
era por dentro roja como cereza oscura
luego se comprobaron las asas y refuerzos
y vimos que asentía y el cuñado entró en fuego
hasta que la encargada rebajó unas pesetas
y la maleta y Hans ya no se separaron
volaban en un jet al cabo de unos días.


Mas la carta de ayer nos cuenta que en París
no sabe si en un bar o en el hall del hotel
alguien se la quitó y ni la policía
ni el conserje ni nadie pudo darle una pista
así que tuvo que irse como un viudo a Alemania
desde donde escribía y explicaba otras cosas
que mi mujer y yo jamás recordaremos
pues estamos tan solo pensando en la maleta.




                                José Agustín Goytisolo
                                      [Bajo tolerancia]  





                

jueves, 14 de junio de 2012

+ - HUMOS























Despierto a un nuevo día
con esa luz que puebla las ventanas
y con la incertidumbre
del que no reconoce ni sus manos.
El verano me empuja hacia unas calles
que estallan más allá del parabrisas,
a los ruidos de siempre, a la tensión
que inunda la autopista,
a la prima de riesgo por las nubes,
al rescate de nadie, a la deriva
de otorgar lo que niego entre los dientes,
al escaso amarillo
de genista que apenas sobrevive
arriba, en la montaña,
o en la cuneta sucia de neumáticos
y de animales muertos,
a la verdad de un mundo que desmiente
todo lo que yo afirmo en voz muy baja.


Llego tarde al trabajo, como siempre,
a las sombras de un mundo sin ventanas,
un mundo de ascensores truculentos
y espacios repetidos
donde algunos reclaman por su asunto 
y otros piden justicia ingenuamente.
La vida se desata, el tiempo vuela
hasta cuando te duelen los riñones,
hasta cuando te pesa la garganta.


Nada que proponer a todo eso,
solamente sufrirlo, soportarlo,
comérselo, bebérselo,
ya que no hay modo alguno de eludirlo
y, a veces, si la cosa lo permite,
fumarse un cigarrillo en el lavabo.