Era cuestión de tiempo,
de suerte
o ambas cosas. Pero
el tiempo no es eterno
y la suerte tampoco.
Allí mismo,
delante del Flatiron,
la palabra maldita
resonó entre el bullicio
y la corriente.
Tú te fuiste al oeste,
por la Quinta
y yo arranqué por Broadway
(ya ves qué sinsentido).
Desde la 23
llegaban las trompetas
de un absurdo desfile
con gente disfrazada.
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