domingo, 17 de mayo de 2009

UN PLACER, SEÑORAS



Durante estos últimos días he tenido el placer de conocer personalmente a María Victoria Atencia, poeta malagueña de larga trayectoria y de lírica intensa, medida y musical. Presentarla en el ciclo De pensament, paraula i obra me permitió releer gran parte de su obra y comprobar personalmente con qué facilidad y naturalidad se desprende de toda obligación respecto al juicio crítico acerca de sus versos. Eso es cosa de los críticos, dice con buen criterio y sin complejos. Yo bastante tengo con escribir los poemas. Qué razón tiene y qué ejercicio tan sano y humilde. Creo que el poeta conoce a medida que escribe, y no siempre (como dice Mª Victoria) acaba de comprender aquello que ha creado. Sólo puede dar razón de una intuición poderosa, que le empuja a la escritura y que la abre los caminos del verso. Quede aquí el testimonio poético de María Victoria Atencia, una de las grandes voces de nuestra lírica.





HISTORIA


Oh trance de los míos, vivido en propia piel:
sé benigno conmigo.
Si en todo fin está
la huella del comienzo,
déjame holgar despierta con esta historia mía
el resto de mi muerte.






De un modo diferente (gracias a un regalo inesperado) he podido leer algunos poemas de otra excelente autora, muy distinta -desde un punto de vista estético- a Mª Victoria; lejana geográficamente, pero de su misma generación (al menos desde un enfoque meramente cronológico). Idea Vilariño, uruguaya, recientemente fallecida y difícil de olvidar por su dicción sencilla y contundente, reiterativa y ágil, cercana e inquietante:


























QUÉ HORROR



Qué horror
si hubiera dios
y si esas dos estrellas
pequeñas parpadeantes y gemelas
fueran los dos ojitos
mezquinos
acechantes
malévolos
de dios.

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