He pasado toda la tarde siguiendo una pista casual del poeta mexicano ALEJANDRO AURA, de quien nunca había tenido noticia, a pesar de -como he comprobado- su dilatada carrera y la importancia de su obra y de su trabajo como impulsor cultural.
Muy pronto viajaré a México, con motivo de la presentación en Cuernavaca del libro de LAURA FERNÁNDEZ MAcGREGOR Perlas de Pasión y Pensamiento II, gracias a la amable y generosa invitación de la poeta, de su hospitalidad y la de algunas personas de su entorno más próximo.
El caso es que, con tal motivo, me he propuesto revisar algunas de mis lecturas sobre poesía mexicana y, en la medida de lo posible, aproximarme al conocimiento de algunos autores contemporáneos a Laura, intentando con ello enriquecer mi acercamiento a la poesía de la autora de Cuernavaca.
Es así que me he encontrado, en una de mis búsquedas, relacionada con el también poeta PEDRO SERRANO, publicado por la editorial Candaya el año pasado, con un poema de Alejandro Aura (así como con la noticia de su reciente fallecimiento en Madrid, el pasado 29 de julio, es decir, hace ahora ocho días). No negaré que, además de sentirme cautivado por la letra del poema, la noticia del deceso me ha procurado una atracción especial hacia su figura y su creación, por lo que he seguido escrutando multitud de entradas con su nombre en el buscador, recopilando versos y asistiendo al testimonio de su lucha contra la enfermedad y su deseo de continuar escribiendo prácticamente hasta el último aliento. Poeta de estructuras sencillas, de tono a veces coloquial y desmitificador, pero también y sobre todo de un conmovedor lirismo, me ha sorprendido con una especie de poética que, a su vez, me ha remontado a la lectura, hace al menos dos años, de algunos poemas de William Carlos Williams y a un intento de poética que escribí como consecuencia de dicha lectura.
En fin, sólo quiero dejar un breve testimonio de todo esto, así que transcribo, por este orden, el poema de Williams, el intento de un servidor y el breve y magistral fragmento de Alejandro Aura, para quien quisiera sirva de homenaje. La poesía está en todas partes, y a veces también en la red. Descansa en paz, Alejandro Aura, Poeta.
A UNA POBRE ANCIANA
mordisqueando una ciruela en
la calle una bolsa de papel
llena de ellas en la mano
Le sabe bien a ella
Le saben bien
a ella. Le saben
bien a ella
Podéis saberlo por
la manera en que se entrega
a la que tiene a medio
comer en una mano
Confortada
una alegría de ciruelas maduras
parecería llenar el aire
Le saben bien a ella.
William Carlos Williams
Poemas. Visor. Madrid. 1985
(Traducc. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).
BAJO PIEL
Una alegría de ciruelas maduras.
William Carlos Williams
se hacen a sí mismas sin motivo aparente,
en el propio decir del ir diciendo.
Verbo:
dícese de lo que se lleva el viento.
Poesía:
dícese del color de la ciruela,
del sabor, del aroma, de su tacto.
Verdadera poesía:
dícese de la carne
jugosa y agridulce que se muere
debajo de la piel de la ciruela.
[J. A. Arcediano. 2006]
CASAS TERRESTRES
9.
La palabra
es lo menos,
es el cuchillo con que se corta
la sandía.
[Alejandro Aura]
Bien, queda claro hasta qué punto estaba confundido (o no) cuando escribí esos versos.
No es bueno confundir significante con significado (la poesía con su objeto). Aunque en mi descargo podría añadir que no es lo mismo poesía que poema.
Que nadie me haga mucho caso. Lo que importa, en todo esto, son los versos, que cobran el pequeño valor de un testimonio.
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